Martes, 29 Abril 2008 12:53
(Artículo publicado el día 29 de abril de 2008 en el diario La Opinión de Murcia)
(A Julián Serrano González-Tejero)
Es don Julián un hombre a la antigua usanza, que no es lo mismo que un hombre chapado a la antigua. La antigua usanza de los hombres consiste en ser un hombre de honor, un hombre honorable. El honor no se proclama, el honor se ejerce, y el honor se ejerce con caballerosidad, con lealtad, con el cumplimiento de la palabra dada, con probidad, con generosidad, con honradez, con perseverancia, con dignidad, con valor y con entereza. Todo ello es el honor, el honor a la vieja usanza.
Don Julián apoya hoy sus pasos en un bastón del que les hablaré más adelante. Pero hay más bastones, porque la vida de don Julián ha estado y está apoyada en muchos bastones.
El primer bastón en el tiempo, que no en importancia, fue su amor por la sabiduría, lo que le llevó a hacerse filósofo, pues eso es lo que significa filosofía: amor al saber. Su generosidad le condujo, además, a compartir el saber con los demás, y eso le hizo ser maestro. Estudió Comercio, Dirección de Empresas, Grafología y Psicología. Escribió libros docentes, ejerció la enseñanza pública y privada, preparó opositores. Don Julián, como se decía entonces, es un hombre que sabe latín. Pero no sólo latín. Cuenta en su último libro que un día estaba de visita en el despacho de la superiora de un colegio. Cogió un libro escrito en un idioma desconocido pero que, sorprendentemente, entendía a la perfección. Lo monja le pidió que tradujera una página. Él lo hizo y la Madre Superiora le dijo “No sabía que supieras rumano”, a lo que don Julián contestó con un sencillo “Yo, tampoco”. Y es que el rumano es muy parecido al latín.
Su segundo bastón es y ha sido siempre Elena, su mujer. Don Julián le hizo el mayor regalo que un poeta puede hacerle a la mujer amada: la convirtió en su musa y, por ello, Elena es eterna y, en palabras del poeta, resultó “vencedora de la muerte”.
El tercer bastón es su familia: su mujer, Elena, sus ocho hijos, sus cuarenta y tantos nietos y su bisnieta, Nieves. Hubo un tiempo, que cuenta en su libro autobiográfico, en que don Julián habría sido capaz de subirlos a todos juntos en su Vespa. Hoy, que ya no tiene Vespa, los lleva a todos en su corazón.
El cuarto bastón es... el humor. Si don Julián les clava su mirada chispeante y, reprimiendo una sonrisa que pugna por aflorar en sus labios, les habla en serio, no se fíen de él, pues armado de su vasta cultura y de su fino ingenio se apresta a gastarles una broma. Si no me creen, si consideran que don Julián es una persona seria y chapada a la antigua y no un hombre a la antigua usanza de los Quevedo, los Chesterton o los Jardiel Poncela, no tiene más que leer lo que escribe en “ULI”, su último libro, acerca de su madrina de bodas, una señora muy religiosa a la que don Julián, cuando iba de visita, le decía muy serio “Madrina, hoy domingo me he dedicado a oír todas las misas que he podido. Salía de una iglesia y me iba corriendo a otra para llegar a tiempo”. La madrina, enternecida, le contestó “Eso no está nada mal, hijo”. Don Julián, haciendo como que no había oído el comentario, prosiguió “Según mis cálculos, Madrina, ya no tengo que ir a misa hasta mediados de marzo ¡Fíjate, si es bueno ahorrar para vivir tranquilo y sin preocupaciones!”. El “¡ASNO!” con el que le obsequió la madrina, cuenta don Julián que se oyó hasta en el cine Coy que estaba al lado.
El quinto bastón es su fe profunda y sincera, la fe de un niño, que se manifiesta en su amor por el Jesús del Perdón de Manzanares. Tanto es su cariño que don Julián le regaló al Cristo su bastón, el que a él le habían regalado su mujer y sus hijos y que tenía en gran aprecio. Y tanto era el cariño que el Padre del Perdón le tiene a Don Julián que le ha dejado su bastón para que lo use todo el tiempo que lo necesite, ese mismo bastón que hoy lleva en su mano.
El sexto y último bastón es la poesía, las palabras convertidas en mariposas, las ideas y los sentimientos vestidos con todos los colores del arco iris, los ritmos vibrantes del sonido escrito. La poesía ha sido su otra vida, la vida oculta del filósofo, del psicólogo, del profesor mercantil, del hombre laborioso y honrado que sacó adelante a una numerosísima familia. La poesía ha sido para don Julián, más que un refugio, un pedestal desde el que acercarse a la belleza de la vida y del amor. Y de la poesía, como era de esperar, el maestro hizo magisterio y el poeta ayudó a otros poetas a serlo. La Asociación de Poetas y Escritores del Casino de Murcia, además de nutrir la vida cultural de la institución ha servido para dar alas a tantos poetas que deseaban expresar sus sentimientos en voz alta. Don Julián les ha abierto la puerta de la creatividad lírica. Él, el maestro, les ha enseñado el camino de la armonía y de la belleza.
Y es que don Julián es un hombre a la antigua usanza. A él, gracias, maestro.